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Hay situaciones al volante que desconciertan a cualquier conductor, y una de las más frustrantes es cuando el coche se revoluciona pero no corre. Es decir, el cuentarrevoluciones sube como si todo estuviera en orden, pero el coche no gana velocidad o apenas responde.
Esta anomalía no solo puede ser peligrosa en carretera, sino que es un síntoma claro de que algo está fallando en el sistema de transmisión o en componentes asociados. A continuación, analizamos las averías más frecuentes que provocan este comportamiento, sus posibles soluciones y qué hacer si te ocurre.
Si conduces un coche con cambio manual y notas que el motor se revoluciona pero el coche no responde al acelerador, lo más probable es que tengas el embrague desgastado. Con el tiempo, el disco de embrague pierde fricción y empieza a patinar, lo que significa que gira sin transmitir correctamente la fuerza del motor a las ruedas. Este fallo suele venir acompañado de un olor a quemado o dificultad para cambiar de marcha. La única solución en este caso es sustituir el kit de embrague, una intervención que debe realizar un taller especializado.
En los coches con cambio automático, el equivalente al embrague es el convertidor de par. Si este componente falla, el coche puede revolucionarse sin que se produzca una aceleración efectiva. Este fallo puede deberse a un nivel bajo de aceite de la caja de cambios, a una fuga en el sistema hidráulico o a una avería interna del propio convertidor. Revisar y cambiar el aceite ATF en los intervalos recomendados es clave para evitar este tipo de problemas.
Una avería en la caja de cambios, tanto manual como automática, también puede provocar esta desconexión entre revoluciones y movimiento. Dientes rotos, sincronizadores dañados o fallos en los engranajes pueden impedir que el par motor llegue correctamente a las ruedas. Este tipo de fallo suele ir acompañado de ruidos extraños al cambiar de marcha, vibraciones o pérdida total de tracción en determinadas marchas. Se trata de una reparación compleja que requiere una revisión completa por parte de profesionales.
Otra posibilidad es que el problema esté en los palieres o ejes de transmisión, sobre todo si solo ocurre en determinadas situaciones, como al girar o al iniciar la marcha. Un palier roto o suelto puede provocar que el motor funcione con normalidad, pero la energía no llegue a las ruedas. También puede deberse a un semieje dañado o a un diferencial en mal estado. Estos fallos suelen diagnosticarse con facilidad en el taller, especialmente si se detectan chasquidos, traqueteos o vibraciones durante la conducción.
Una forma sencilla de comprobar si el embrague patina es acelerar a fondo en una marcha larga (como cuarta o quinta) a bajas revoluciones. Si el motor sube de vueltas pero la velocidad del coche no aumenta de forma proporcional, estás ante un claro síntoma de embrague patinando. Ignorar esta señal puede provocar un desgaste mayor e incluso dejarte tirado en la carretera.
Ante este síntoma, lo más recomendable es detenerse en un lugar seguro y contactar con un servicio de asistencia o llevar el vehículo al taller cuanto antes. Continuar conduciendo con un fallo en el sistema de transmisión puede agravar el problema y suponer un riesgo para tu seguridad y la de otros conductores. Además, una intervención rápida puede evitar averías mayores y costes más elevados.
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